Marbella 1752
Para mediados del siglo XVIII se elaboró el llamado Catastro de Ensenada, mandado hacer por el marqués de la Ensenada, ministro de Hacienda de Fernando VI, para imponer una única contribución en España. En el municipio de Marbella los trabajos comenzaron en agosto de 1752.
Aunque nunca llegó a implantarse dicha contribución, los trabajos estadísticos que se llevaron a cabo (en Marbella comenzaron en agosto de 1752), generaron una información de una gran riqueza documental, empleada con asiduidad por los historiadores.
Para el municipio de Marbella contamos con la facilidad de que las Respuestas Generales han sido trascritas y comentadas en el libro de: LÓPEZ GONZÁLEZ, Francisco y PRIETO BORREGO, Lucía (estudio introductorio) (2001), Marbella 1752: según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, Marbella, Cilniana.
Los autores emplearon la copia de las Respuestas existentes en el Archivo General de Simancas (ahora disponible en http://pares.mcu.es/Catastro/), cotejadas con el original que se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Granada, que contiene un dibujo de Marbella que utilizaron para la portada del libro y que ilustra esta entrada. En él se puede apreciar al norte de la ciudad la palabra trapiche junto a un conjunto de arcos, quizá un acueducto, y una chimenea con humo.
Trapiche del Prado
En esa fecha existían dos trapiches, ingenios o fábricas de azúcares. Uno era el de Miraflores, propiedad de Tomás Domínguez, y otro el del Prado, de la Inquisición de Granada, llevado en arrendamiento por Domínguez y un socio. En la actualidad se conservan importantes vestigios de ambos trapiches.
El trapiche del Prado pasaría a ser de Enrique Grivegnée en el año 1800 y después de Juan Lesseps. El marqués del Duero adquirió en 1857 los inmuebles que pertenecían a Lesseps, entre ellos el trapiche del Prado, del cual se desprendió pronto; también las tierras junto al Guadaiza junto con los restos de un tercer trapiche que se había edificado en 1823 junto a este río.
En el momento de redactar estas líneas los tres trapiches citados corren distinta suerte. En el del Prado, cedido por sus propietarios al Ayuntamiento, después de un abandono de cerca de dos décadas que lo convirtió en cuadras de caballos, se están haciendo prospecciones arqueológicas antes de convertirlo en una residencia de ancianos. Los restos del trapiche de Miraflores, que forman parte del Centro Cultural Cortijo de Miraflores, han sido enterrados hace un mes aproximadamente, ya que no se prevé continuar el estudio arqueológico iniciado hace casi diez años. El de Guadaiza ve como se aplaza una vez más su rehabilitación, debido a que el Ayuntamiento ha decidido, hace un par de semanas, cambiar el destino de la partida presupuestaria con la que se iba a llevar a cabo el convenio firmado con la Diputación Provincial en mayo de 2008, y por el que ambas instituciones comprometían unos fondos para convertirlo en centro cultural.
Veamos ahora que información nos proporciona el Catastro de Ensenada para el territorio comprendido entre río Verde y río Guadalmansa.
Existían dos montes públicos: Las Bóvedas, con 14 fanegas y 300 árboles, de alcornoques y quejigos, y los Baldíos de Guadalmansa, con 14 fanegas y 4.400 árboles. Aunque estaban muy distantes de la extensión de otros montes comunales como el de las Chapas, con 600 fanegas o el de Carnicería, con 1.500 fanegas y 150.000 árboles.
Había una dehesa de 150 fanegas para pasto de yeguas, entre Guadalmina y Guadalmansa, en terrenos del conde de Luque, cuando no estaban sembrados de trigo.
De las 250 fanegas de regadío de todo el término municipal 9 eran de arboleda, 32 de hortalizas y legumbres, 109 de maíz y 100 de caña. Las tierras de caña eran las más rentables, pues se les consideraba una utilidad de 7.200 reales al año por fanega para las de mayor categoría, y aunque en una revisión posterior se consideraron 1.215 reales, estaban muy por encima de las que le seguían, que eran los rendimientos de la fanega de frutales con 660 reales, o las de hortalizas con 550 reales.
La fábrica de azúcares del Cortijo de Miraflores movía su molino con mulas, y estaba unida al molino de aceite. En una primera consideración se le atribuyó una utilidad anual de 36.000 reales.
El otro trapiche, el de la Santa Inquisición en el Prado, funcionaba con la fuerza del agua, y en los años más secos lo hacía con mulas. Estaba arrendado a medias por Francisco Benjumea y Tomás Domínguez, pagaban cada año 19.500 reales y le dejaba a cada uno 11.000 reales de utilidad.
La industria azucarera era la más importante del municipio. A mucha distancia estaban los algo más de 4.000 reales al año que rendían los 6 molinos harineros. Uno de los cuales estaba situado en el partido de Guadalmansa, molía con agua corriente, en verano e invierno, y se le consideraba para la contribución 6 horas diarias, aunque podía moler las 24 horas, pertenecía a Francisco Pesio, de Estepona, y Diego Terán, párroco de Ojén. Su renta era 15 fanegas de trigo anuales.
Fuera de la ciudad de Marbella, se contabilizaron 13 casas de campo. De ellas, una estaba en Cañadas Verdes (arroyo al este de la finca del Rodeo), de Catalina Medrano, con piso alto y bajo, bodega y caballeriza, su renta anual era de 88 reales. Otra en Benabolá, de Gabriel del Castillo, con alto y bajo, lagar y cocina, y una renta de 44 reales. Ginés Benítez Orejuela poseía otra en Benaria, con alto y bajo, bodega, lagar y palomar, rentaba 88 reales. Y Tomás Domínguez un cortijo en Guadaiza, con bajo, tinado, pajar y caballeriza, con una utilidad anual de 76 reales.
El único ventorrillo del municipio, con techo de rama, pertenecía a Pedro Casasola, tenía bajo, cuadra, caballeriza y pajar. Estaba junto al río Guadalmina, a dos leguas de Marbella. Empleaba un mozo a jornal y tenía una utilidad anual de 100 ducados, incluido el sueldo de de Juan Domínguez, que era en esos momentos el empleado. Este ventorrillo lo compraría el marqués del Duero un siglo después, se llamaba entonces Venta de Casasola.
Conocemos arrendatarios de este territorio del Poniente marbellí. Pedro de Amores, de Istán, tenía arrendada a los Trinitarios un haza en el Rodeo de 6 fanegas de secano. Manuel Santiago, de Estepona, un cortijo en Guadalmansa, arrendado al Hospital de la Encarnación o Bazán, parte en Estepona y parte en Marbella, de 90 fanegas, entre ellas 30 de regadío para maíz. José de Espinosa, presbítero, al Hospital de Bazán un cortijo en Guadaiza, de 40 fanegas, 20 de ellas eran de riego y las tenía plantadas de maíz. También Tomás Domínguez tenía un haza de 8 fanegas de secano en Benabolá, arrendadas al Hospital Bazán. Algunas de ellas estaban plantadas de caña de azúcar.
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