Agradecemos a Cristina Díez Rodríguez y Carlos Maza Gómez el habernos enviado el libro del que son autores: Mañana serán viñas. El marqués de Bertemati en Campano, publicado este mismo año por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera. Una obra muy útil para comparar la experiencia desarrollada en la colonia agrícola de Campano con la llevada a cabo por el marqués del Duero en San Pedro Alcántara.
En 1884 se inauguraba en el municipio gaditano de Chiclana de la Frontera la colonia de Campano, una propiedad de 1.300 hectáreas cuyo promotor era Manuel José Bertemati (1852-1935), marqués de Bertemati, perteneciente a una importante familia jerezana y que fue senador durante 15 años.
Bertemati destacó por sus conocimientos agrícolas, políticos y económicos, de los que estaba al tanto por sus frecuentes viajes a Londres, París o Bruselas. Alejado de ambiciones personales opinaba que la provincia gaditana debía modernizar su agricultura, para ello era necesario formar cuadros de trabajadores bien preparados, mientras que asignaba a la burguesía el papel de «punta de lanza para la mejora agrícola y económica del país».
La colonia tiene dos fases distintas. Durante la primera llegó a contar con un viñedo de 315 hectáreas, obteniendo un premio internacional al vino producido en Campano en Burdeos en 1895; pero la llegada de la filoxera a Chiclana en 1897 arruinó el viñedo y su alto coste de replantación acabó con este cultivo. Una segunda fase, que podríamos denominar la etapa forestal, empieza en 1907, cuando Bertemati vende su principal finca en Jerez y con el dinero obtenido comienza a plantar eucaliptos, hasta llegar a 100.000 ejemplares en los diez años siguientes.
Los comienzos fueron difíciles, la mayor parte de las tierras estaban baldías y existían humedales donde abundaban los mosquitos anopheles que propagaban el paludismo. En esto se parece a la colonia de San Pedro Alcántara, también en el empleo de máquinas de vapor, aunque los informes indican que se adaptaban muy mal al suelo seco y duro de Andalucía, por lo que sufrían roturas de piezas y otras averías.
El libro dedica un capítulo entero a los eucaliptos, que se convierte en el cultivo más rentable de la colonia. Comenzaron a plantarse en 1907, hasta completar 120.000 «palos» de varias especies: Amigdalina, Globulus, Robusta o Rostrato, con un crecimiento anual de 3 cm de diámetro. El propio Bertemati, que fue un adelantado de la explotación forestal a gran escala, decía que no había ninguna finca en España como la suya. Con 25 cm de diámetro cobraba 25 pesetas de media por cada árbol, que lo revendían en el puerto de Cádiz, talado y desbastado a 90 pesetas, siendo su madera superior en calidad a la que se importaba desde el Báltico para muelles o estibamiento de minas.
Habiendo fallecido el marqués de Bertemati sin descendencia, su viuda donó la finca a los salesianos en 1938, que crean una sociedad denominada Colonias y Enseñanzas Agrícolas, cumpliéndose al fin la voluntad del fundador, que en 1899 había intentado, sin éxito, que la misma orden religiosa fundara en Campano una Escuela Práctica de Agricultura, a imitación de otras granjas modelos de la época.
Es para nosotros un placer leer una reseña amplia y que muestra lo más interesante del trabajo realizado sobre esta colonia agrícola. Gran parte del amplio terreno original de la misma se ha empleado hoy en urbanizaciones y campos de golf.
Con este libro hemos pretendido rescatar el espíritu emprendedor de aquel hombre proveniente de la burguesía jerezana, también de su forma de adaptarse a los fracasos y contrariedades de cualquier empresa de ese tipo en aquel tiempo.
Gracias por tu referencia, José Luis.