Embalse de Cancelada
Hoy día, cuando todo tiene su diseño, su logotipo o su marca registrada, existe un territorio que carece de eso.
A pesar de que el territorio no está en el Tercer Mundo, ni en la recóndita selva del Amazonas ni en el África subsahariana. Sino en Europa, localizado en la hasta hace poco Andalucía «imparable», ahora comunidad en los puestos de descenso de la otra comunidad, la transnacional del potente euro.
Dispone nuestro territorio de unos cuantos miles de habitantes, de una situación geoestratégica envidiable, de unos paisajes labrados por el hombre desde la antigüedad entre el mar y la montaña, y goza de un clima que permite cultivos tropicales y andar en mangas de camisa gran parte del año.
Sin embargo no tiene marca propia, y a veces da la impresión de que no tiene ni nombre. Al menos eso fue mi percepción el verano pasado, cuando Michelle, señora de Obama, lo visitó. En acelerada gira turística la Primera Dama se hospedó en un hotel de Benahavís, cenó en Marbella y su hija y sus amiguitas se bañaron en las playas de Estepona. Ella no supo que el «lago» que contemplaba desde la terraza de su habitación, en una magnífica vista con el mar al fondo, era un embalse construido allá por el año 1886, el de Cancelada, para regar los campos de caña de azúcar de San Pedro Alcántara, una colonia agrícola que se extendía en lo que fue un fértil triángulo que recorrió durante su visita: Benahavís-Estepona-Marbella. Lo ignoraría, igual que hizo con los alcaldes, y alcaldesa, de los ayuntamientos respectivos y de los regalos que le enviaron para agasajarla y ablandarla en pos de una foto juntos, y juntas, que hubieran enmarcado con paspartú dorado.
Nadie le explicó la historia de esa colonia, que cumplía 150 años de existencia, construida sobre la base del trabajo de sus hombres y de sus mujeres, primero en el campo y ahora en el sector turístico, al igual que las otras localidades de su comarca. En la esposa del presidente de un país en el cual muchos habitantes nos localizan difícilmente en un mapamundi es perdonable su ignorancia.
Quienes no pueden ni deben ignorarnos son nuestras autoridades, las locales y las de la región. Por esto no tienen perdón.
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