Contraportada del libro San Pedro Alcántara y su Semana Santa, de José Castellano

Cada ciencia tiene su vocabulario específico. Así, en la heráldica a los colores se les llama esmaltes y al verde intenso se le denomina sinople. Y tiene su simbología, el sinople representa la esperanza, pero también la constancia, la intrepidez o la amistad, como la que me une con Juan Andrés Duarte, quien me recuerda un texto publicado en este blog donde se recogía cómo en 1934 un grupo de sampedreños lograron la autorización del alcalde de Marbella para procesionar el Viernes Santo a la Virgen de la Soledad, en uno de esos años convulsos para el culto en la calle de imágenes religiosas. Uno de aquellos minoritarios e intrépidos creyentes era abuelo de otro amigo que este viernes de 2014 ha repetido el hecho: Manuel Osorio, con una constancia familiar de 80 años, que son los que separan estas cifras del calendario.

La Semana Santa de San Pedro Alcántara es modesta, como corresponde a una ciudad joven en el tiempo. Pero esto no le quita que sea una celebración llena de colorido y fervor multitudinario en los desfiles que transcurren de día y de recogimiento y silencio los de noche y de madrugada. Y esta primavera la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Soledad (que quizá sea la entidad que saca más tronos a la calle de la provincia, pues lo hace desde el Domingo de Ramos al de Resurrección), a pesar de su precaria situación económica ha editado un libro: San Pedro Alcántara y su Semana Santa. Crónica histórica de su manifestación externa (1934-2013), que incluye los pregoneros y otros artículos complementarios.

Su autor, José Castellano, que luce en la chaqueta de su solapa un escudo virtual repleto de sinople, es un hombre de exquisito trato, aguda inteligencia y amplia cultura. Y ha tenido el mérito de explotar al máximo la escasa información que poseemos de este hecho religioso para lograr una obra que aporta varias lecturas en una, escrita con un estilo fluido y personal, sin escatimar críticas, ya sean positivas o negativa. Castellano, que no se considera cofrade a priori, impulsó la creación de una asociación germen de la actual cofradía cuando era responsable en la década de 1970 de la Alcaldía de barrio de San Pedro Alcántara, al igual que promovió una banda de música y luchó por conseguir mejoras para su pueblo. Todo esto se refleja en el libro que es una historia de la Semana Santa de San Pedro Alcántara, pero no sólo de la Semana Santa.

Es la propia historia de José, de Manuel, de Juan Andrés y la de otros hombres y mujeres, mayores y jóvenes. Es la historia de muchos que nos negamos a que a San Pedro Alcántara se le prive de la gestión de lo más cotidiano, incluso de llamarlo pueblo y que se le borre sistemáticamente, mediante ordeno y mando, cualquier emblema que pueda identificarnos como colectividad, como ese escudo que aparece en la portada del libro que comentamos. Y en el cual su diseñador, Fernando Alcalá, empleó como fondo del mismo el esmalte verde, sinople, en alusión a las vegas plantadas de caña de azúcar por el marqués del Duero, el césped de los nuevos jardines de la época del turismo y también, en palabras textuales de don Fernando, porque es “símbolo de esperanza, la que expresan sus habitantes que desean un futuro de independencia”.

 

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