El 23 de noviembre de 1918, la Corporación Municipal de Marbella agradecía al diputado a Cortes por el distrito, Eduardo Ortega y Gasset, el envío recibido “para la aplicación a enfermos invadidos por la epidemia reinante de la grippe [término francés], sin distinción de clases ni personas, de cincuenta tubos de suero equino y cincuenta cajas con ampollas de aceite alcanforado”, según el acta capitular de ese día.

Remedios que no curaban la terrible pandemia que durante 1918 y 1919 produjo 50 millones de muertos en todo el mundo, 250.000 de ellos en España. Pero políticos, y científicos, pretendían mantener su prestigio ante la sociedad, según indica en su tesis María Isabel Porras.

Al menos, el suero equino aumentaba las defensas del cuerpo. Al contrario de productos milagros anunciados en los periódicos, como Listerine, publicitado como un antiséptico ideal para prevenir la enfermedad.

La mal llamada gripe española tuvo varias fases, la inicial fue en la primavera de 1918. Lo peor acaeció durante la segunda, en el otoño del mismo año, los primeros infectados de Málaga se produjeron en Antequera durante el mes de septiembre, propagada por soldados procedentes de Córdoba, según publicó Elías de Mateo en el Anuario de la Real Academia de San Telmo. De Antequera pasó a Marbella. La tercera etapa, con menos virulencia, se desarrolló en la primavera de 1919.

Consultada la prensa provincial, se puede saber que el 27 de septiembre había 10 infectados en la colonia de El Ángel, la zona más castigada de Marbella, con sus 309 habitantes (censo de 1920), suponía un 3,24 por ciento, una situación que tardaría un mes en mejorar.

Datos que no podemos considerar exactos, ya que por ejemplo en la estadística del Registro Civil, recogida por Antonio Maíz en su Geografía Médica de Marbella, no consta ninguna defunción por gripe en el decenio 1911-1920, que habría que buscar en otras causas como bronquitis o neumonía, o en otros motivos que aumentan en un 50 por ciento en relación a otros años, como tuberculosis pulmonar, vejez o debilidad congénita.

En San Pedro Alcántara a comienzos de noviembre existían 23 casos, un 1,30 por ciento de sus 1.769 vecinos, una tasa mayor que la del conjunto del municipio que se situaba en un 0,81 por ciento, con 79 casos, de 9.704 habitantes, un número que aumentaría hasta 181 infectados, según La Unión Mercantil del 9 de noviembre, lo que haría subir a un 1,87 el porcentaje.

Pero sin duda fue Estepona, con una población similar, 10.047, donde la gripe alcanzó cotas más alarmantes, al mantenerse durante más tiempo con más afectados y defunciones, así a comienzos del fatídico mes de noviembre se contabilizaban 407 infectados, un 4,05 por ciento de la población, y 3 muertos, y una semana después había 389 infectados y 11 defunciones.

Las causas de la propagación hay que buscarla en varios factores, el contacto con personas de fuera, llegada de soldados en el caso de Antequera, el comercio marítimo en los casos de Marbella, o Estepona, con una importante flota para sus productos agrarios y pesqueros, y en San Pedro Alcántara podría deberse a los jornaleros que llegaban para trabajar en las cosechas. Y naturalmente el mal estado sanitario de las poblaciones, con habitantes hacinados en sus casas e incluso chozas.

La gripe no respetaba clases sociales, el propio rey Alfonso XIII y algunos de sus ministros se contagiaron, al igual que el obispo de Málaga, Manuel González. Sin embargo, la mortalidad se cebó en los más pobres, debido a sus escasos recursos para acceder a medicinas y medidas de protección, y a su ya débil estado de salud, por su precaria alimentación e higiene. Así, se decía: — ¡La gripe no mata, lo que mata es el hambre!

 

 

 

 

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