Médicos que fueron a San Pedro Alcántara en septiembre de 1917, para estudiar el paludismo, que hacía estragos entre sus habitantes. La foto procede de www.todocoleccion.net. Además de los médicos aparecen otras personas.
Al dorso de la foto una breve carta dirigida a la “Sta. María Díaz Fernández de Santos, de calle Barquillo, 30, Madrid.”:
“Colonia Ordóñez (Málaga), 15-9-17. Te envío una de las fotografías que nos han hecho en San Pedro de Alcántara, que por la vegetación parece sacada en los trópicos; tu papá aunque ha salido de los menos visibles está como los demás muy bien, por ello y por tu amor a la fotografía te envío esta postal, con expresivos recuerdos para tu mamá y Nati y para ti. Pepe Suárez de Figueroa.”
José Suárez escribe desde la Colonia Ordóñez, que estaba en Málaga capital y poseía una fábrica de azúcar, a la joven (a juzgar por el tono de la misiva) que vivía en Madrid, y cuyo padre, al igual que Suárez se hallan entre la vegetación “tropical” de San Pedro Alcántara, tan propia para la propagación de la enfermedad palúdica. Ambas colonias pertenecían a la Sociedad General Azucarera de España.
Existe una foto muy parecida que pertenece al archivo de Luisa Durán Mora, nieta de quien era en esos momentos jefe de cultivos de San Pedro Alcántara, José Mora Haza, en ella todas las personas posan de pie.
Hubo un personaje natural de Estepona con el nombre de Adolfo Suarez de Figueroa, que un importante periodista de finales del XIX, que murió en Madrid batiéndose en un duelo. Es hijo predilecto de la villa y tiene dedicada una calle, pequeña por cierto (no más de cien metros), en el casco antiguo
En el anterior comentario olvidé decir que, todavía en los pasados setenta, cuando llovía, se solían formar charcas al final de la actual avenida del Mediterráneo, las cuales eran un precioso caldo de cultivo para las larvas de mosquitos, sobre todo cuando las lluvias eran en primavera con el calor en aumento.
Desde la alcaldía de San Pedro contratamos en varias ocasiones, casi siempre en mayo y junio, avionetas para fumigar las charcas y eliminar las larvas.
Como anécdota, la primera vez que se fumigó, nuestro querido Pepe Moreno me pidió le dijera al piloto su gran ilusión por acompañarle. Este accedió y salieron a las seis de la mañana. Cuando bajó, Pepe venía absolutamente pálido porque el piloto hizo una serie de maniobras intencionadas para probarlo, tales como volar boca abajo o hacer caídas en picado. Luego, tomando café los tres, las carcajadas de todos llamaron la atención el el bar. ¡Qué buen amigo perdimos!