Vega y Trapiche de Guadaiza
Continuamos conociendo la labor de Enrique Grivegnée y House, como importante hombre de negocios en la capital malagueña y como cultivador de caña y fabricante de azúcar en Marbella a comienzos del siglo XIX, a través de cuatro artículos de Ricardo Huelin y Ruiz Blasco aparecidos en el diario SUR, entre marzo y mayo de 1968.
Este hombre de negocios belga encabezaba la sociedad denominada «Grivegnée y Compañía», la más floreciente casa de comercio de Málaga con representaciones en Londres, París o Rotterdam. Exportaba azúcar, aceite, vinos, almendras, higos y frutos secos, cítricos y esparto. E importaba de América cacao, café, maderas preciosas, e incluso plata, además de bacalao de Escocia, y quesos y manteca de Flandes.
Grivegnée hizo resurgir el cultivo de la caña no sólo en Marbella, sino también en Vélez Málaga y en las vegas de Málaga. También puso en funcionamiento fábricas de jabón en Málaga y Marbella.
La relación con esta última ciudad hay que buscarla en sus relaciones familiares. Grivegnée se había casado en Málaga, el 26 de marzo de 1768, con Antonia de Gallego y Delgado, cuyos padres eran de Baeza y Marbella respectivamente, por lo que en 1788, tras el fallecimiento de su suegra, empezaría sus relaciones como propietario consorte en el municipio marbellí.
A comienzos de 1800, desde instancias gubernamentales se comunicó al Ayuntamiento de ese municipio que procediese a vender a Grivegnée el Trapiche del Prado, con la obligación de reedificarlo, y así se hizo en escritura fechada el 29 de enero. El nuevo propietario amplió los cultivos de caña, adquiriendo tierras colindantes al trapiche, «desmontándolas, despalmándolas y poniéndolas en riego.»
Y adquirió otras propiedades en distintos lugares del municipio. Algunas de ellas cercanas al río Guadaiza, como el cortijo del Rodeo, el Grande, el de Las Bóvedas, el del Chopo o el haza de los Arquillos, que dedica casi por entero al cultivo de la caña. También compró tres casas en la plaza del Santo Cristo, una de las cuales destinó a su residencia, y otras dos en la calle Bermeja.
En estos proyectos colaboraron su hijo Enrique y su yerno Guillermo Kirpatrick (cónsul de los Estados Unidos de América en Málaga). No limitándose al azúcar, sino también al cultivo del algodón y otras plantas tropicales para lo cual creó un jardín de aclimatación en Churriana.
Tras ocupar los franceses la ciudad de Málaga en febrero de 1810 la compañía Grivegnée (en la cual él ya no figuraba como socio, pero sí su hijo y su yerno) se convierte en proveedora de las tropas de Andalucía, y más tarde en banquera de los invasores, gestionando las contribuciones impuestas a los españoles, muchas veces en metálico y otras en bienes incautados, y aunque a veces actúa como fiador de sus conciudadanos tanto en Málaga como en Marbella, al terminar la Guerra de la Independencia, a la etiqueta de afrancesado se le une la quiebra de la sociedad, por las deudas impagadas por los franceses, pero al declararse fraudulenta la quiebra tiene que responder a las reclamaciones con sus propiedades.
El propio Grivegnée escribía en 1819, un año antes de su muerte, que la ruina fue a causa de los franceses, pero también por los daños causados por los guerrilleros y tropas españolas en los plantíos de caña y en el trapiche de Marbella. Unas pérdidas que alcanzaban 6.000.000 de reales, sin contar lo que reclamaban Juan Lesseps y los Caballeros, cerca de 1.600.000 reales más.
Este Juan Lesseps se quedaría con las propiedades en el municipio marbellí, entre ellas las tierras en torno al río Guadaiza, donde edificaría en 1823 un nuevo trapiche para moler la caña cultivada en los alrededores.
Por nuestra parte, añadiremos que una treintena de años más tarde las tierras de Grivegnée, que ya eran de Lesseps, las casas en la ciudad de Marbella, los trapiches del Prado y de Guadaiza fueron adquiridos por Manuel Gutiérrez de la Concha. Comenzaba la historia de la colonia de San Pedro Alcántara.
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