EL MARQUÉS DEL DUERO

Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen fue un militar de gran prestigio (alcanzó el grado de capitán general) y un político de alto nivel (presidió el Senado durante varias legislaturas). Pero para nosotros su importancia radica en que fue el fundador de San Pedro Alcántara.

Durante la década de 1850 compró numerosas fincas en los términos de Marbella, Estepona y Benahavís, y donde sólo había cortijos aislados levantó un pueblo. Tres calles: Duero, Lagasca y Pizarro con más de cien casas, desembocaban en una plaza donde edificó la Casa Administración (luego llamada de Robledano y que actualmente no existe) y una iglesia.

En su gran finca de más de 3.000 hectáreas, el marqués experimentó con nuevas plantas y abonos, pero sobre todo cultivó caña de azúcar, por lo que construyó para su molienda una moderna fábrica en lo que ahora es El Ingenio.

Planeó una densa red de carriles y un eficaz sistema de regadío con embalses y acequias que llegaban a gran parte de las tierras del latifundio. Proyectó una granja-modelo o escuela de capataces en un antiguo molino de azúcar, el Trapiche de Guadaiza, con profesores especializados. Además, adquirió maquinaria moderna en distintos países de Europa.

La colonia de San Pedro Alcántara, que así se llamaba la finca, fue reconocida por el Gobierno por sus innovaciones agrarias como un modelo a imitar en el conjunto atrasado del campo andaluz.

Los sampedreños debemos agradecer a este militar y político, metido a empresario, la fundación de lo que hoy es San Pedro Alcántara.

EL 27 DE JUNIO Y LA COLUMNA DE ABÁRZUZA

A pesar de tener más de sesenta años, el general Manuel de la Concha, nuestro marqués del Duero, se puso de nuevo al servicio de España para combatir a los carlistas, que pretendían reimplantar en nuestro país una monarquía absolutista.

Nombrado jefe del Ejército del Norte obtuvo importantes victorias en el País Vasco y se disponía a dar la batalla definitiva en Navarra contra los facciosos, cuando fue herido de muerte en la tarde del 27 de junio de 1874 en Monte Muru, municipio de Abárzuza. Conducido a la casa solariega de la familia Munárriz, donde tenía establecido su cuartel general, falleció poco después.

La columna, cuya fotografía acompaña a este texto, se encuentra en ese lugar. En la ladera de Monte Muru, al borde la carretera que llega hasta el pueblecito de Abárzuza. Fue levantada cinco años después de su muerte como recuerdo al héroe caído en el campo de batalla. Una columna truncada, como rota fue su vida por el amor a la patria. En el pedestal hay varias inscripciones, entre ellas un retrato del marqués del Duero y su escudo nobiliario, parecido al que se encuentra en el Paseo de las Palmeras de San Pedro Alcántara.

Debido a esa fecha, cada 27 de junio se recuerda al fundador de nuestro pueblo.

Este año a la Hermandad de San Pedro de Alcántara se une, como en otras ocasiones, la Asociación San Pedro Alcántara 1860. Con actos que culminarán con la imposición de una corona de laurel en la escultura del marqués del Duero en la rotonda situada detrás de la iglesia.


No se imaginaba el alférez Eduardo Sánchez Llanos (1891-1937), comandante del puesto de la Guardia Civil de San Pedro Alcántara, a comienzos del verano de 1936, cuál iba a ser su trágico destino en los próximos seis meses.
Sánchez Llanos había llegado a esta localidad a finales de 1935, después de recorrer el territorio español de norte a sur, siguiendo la estela de sus ascensos, desde La Coruña como guardia de segunda clase de Caballería en 1914, pasando por Toledo, Córdoba ó Burgos, adonde llegó con la graduación de sargento en 1928.
Un itinerario ligado al lugar de nacimiento de sus hijos, fruto del enlace con María Sánchez Quesada, natural de Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real), como él. Así, Eduardo había nacido en La Coruña en 1916, Mateo en Cuenca en 1917, Cándido en Almagro en 1920 y Carmen también en Almagro en 1921, Miguel en Benamejí en 1929 y Federico en Tomelloso en 1931.
Vivía con su familia en la calle Revilla (actual acera sur de la plaza de la Iglesia), junto con el resto de guardias civiles del destacamento, cuando se produjo la sublevación contra la República el 18 de julio de 1936. Al igual que ocurrió en la mayoría de los cuarteles de la Guardia Civil de la nación, se mantuvo expectante en los primeros momentos, tras los cuales se puso al servicio del legítimo gobierno constituido en un pueblo en el que las activas Juventudes Socialistas inclinaron desde el primer momento la balanza hacia el lado republicano.
En enero de 1937 “los vecinos compañeros obreros de la pedanía de San Pedro Alcántara” solicitaron al Ayuntamiento de Marbella que al ahora capitán Eduardo Sánchez Llanos, de la entonces denominada Guardia Nacional Republicana se le concediese el título de hijo adoptivo por haber “actuado allí en forma digna y plausible”, según recoge el acta del pleno celebrado el 13 de ese mes.
Sin embargo, los concejales, todos de Marbella y la mayoría anarquistas, se negaron argumentando que el capitán no hizo nada más que cumplir con su deber y que ese tipo de distinciones eran “costumbres anticuadas que hoy es preciso desterrar de las prácticas administrativas”. No obstante, consideraron que podían rendirle otro tipo de homenaje.
Y así se recogió en el punto 3.º del acta de la sesión plenaria, que quedó incompleta, pues en el punto 7.º sólo aparece la cifra, el resto en blanco, ya que Marbella fue ocupada por las tropas del bando nacional el 17, dos días después de haberlo hecho en San Pedro Alcántara.
Un mes más tarde, uno de los primeros condenados a muerte por los consejos de guerra en Málaga, tras la entrada de las tropas vencedoras en la capital fue el capitán Eduardo Sánchez Llanos. Junto con otros oficiales y suboficiales del Ejército, Carabineros y la Guardia Civil, fue fusilado el 12 de febrero de 1937.
Transcurrido el tiempo, su hijo Eduardo Sánchez Sánchez fue durante muchos años maestro, y director del Colegio Público San Pedro Alcántara. Una hija de éste, por tanto nieta del capitán Sánchez Llanos, Francisca Sánchez, casó con José Moreno Naranjo, también maestro, compañero en el Colegio Público La Azucarera y amigo de muchos años y a quien comenté el 23 de diciembre de 2016 (tres días antes de que falleciera durante una subida a La Concha), la intención de publicar este artículo el 13 de enero de 2017, cuando se cumplen 70 años del pleno municipal de 1937 en el que se le negó el título de hijo adoptivo al capitán de la Guardia Nacional Republicana Eduardo Sánchez Llanos.
Para más detalles puede consultarse Alcalá Marín (1988) y Prieto Borrego (en especial 1998 y 2013).

 

Un hecho que trascendió el ámbito personal para incidir en el proyecto empresarial de Manuel Gutiérrez de la Concha fue la muerte de su esposa, acaecida en diciembre de 1871. Debió pesar mucho en el aspecto afectivo pero también en su proyecto sobre la colonia de San Pedro Alcántara, viéndose obligado a desprenderse de ella. En primer lugar pasó a la única hija de ambos y heredera de los bienes de su madre, Petra de Alcántara Gutiérrez de la Concha y Tovar (1846-1908), casada con el marqués de Sardoal,[1] pero ésta tuvo que venderla (en escritura privada en octubre de 1873, hecha pública en marzo de 1874) a los dos mayores prestamistas que habían financiado el proyecto, Joaquín de la Gándara y Luis de Cuadra, porque los ingresos de la explotación agroindustrial no daban ni siquiera para abonar los intereses de los préstamos.

En medio de estas vicisitudes Manuel de la Concha, a pesar de ser uno de los grandes derrotados en la Revolución de 1868, no dejó de interesarse por la política durante los años del Sexenio. El 30 de diciembre de 1869 recibía en Cartagena al nuevo monarca, Amadeo de Saboya, al tiempo que le daba cuenta del trágico fin del presidente del Gobierno, el general Prim.[2] Presentado a las elecciones para senador, fue elegido por la provincia de Málaga en la legislatura de 1871 y en la de 1872 (que suspendería sus sesiones el 14 de junio y sería la última en la que ocupó un escaño en la Cámara Alta).[3] También en febrero de este último año fue nombrado vicepresidente del recién constituido Consejo Superior de Agricultura, por decreto del entonces ministro de Fomento, Francisco Romero Robledo.[4]

Proclamada la República (febrero de 1873), se reunieron en casa del marqués del Duero hasta veinte generales para ofrecer sus espadas a Nicolás María Rivero, presidente del Congreso, por si era necesario para mantener el orden.[5] De igual modo participó en las reuniones posteriores al golpe de Pavía (enero de 1874) donde se dilucidó mantener la forma republicana bajo la presidencia del general Serrano.[6]

Al mismo tiempo seguía acumulando reconocimiento por parte de sus compañeros de armas. Así, en 1871 pronunció el discurso inaugural del Ateneo del Ejército y de la Armada, del cual fue nombrado presidente.[7]

Pero sería en abril de 1874 cuando ocupó de nuevo las primeras páginas de la prensa nacional al ser nombrado general de un cuerpo de ejército en la Tercera Guerra Carlista. Considerado uno de los militares de mayor prestigio de la nación, fue llamado por Francisco Serrano, presidente de la agonizante Primera República, para que lo acompañara en lo que debía ser la campaña definitiva contra los carlistas. Después de una entrada triunfal en Bilbao el 2 de mayo de 1874, tras la liberación del cerco al que había estado sometida por el enemigo, Serrano regresó a Madrid y Concha quedó como general en jefe del Ejército del Norte. Continuó los avances en el escenario bélico a la vez que en el político se preparaba, bajo la dirección de Cánovas del Castillo, para la proclamación como rey del exiliado príncipe Alfonso. Concha participaba del pronunciamiento, pero antes pretendía conquistar Estella, considerada la capital del otro bando. Muy cerca de ella, en la batalla de Monte Muru —Abárzuza en la bibliografía carlista— una bala acabó con su vida el 27 de junio de 1874. Su muerte provocó la desbandada del ejército liberal a la vez que el retraso de la victoria definitiva.[8]

A pesar del revés económico, muchos especialistas reconocieron su mérito, como Ramón Torres Muñoz de Luna. ingeniero agrónomo y catedrático de Química general de la Universidad Central, quien elogiaba en 1881 dos figuras en relación al progreso de la agricultura en España, Fermín Caballero y el marqués del Duero:

 Igualmente creo deber consignar en este momento algunas frases de altísima gratitud a la memoria del inolvidable señor marqués del Duero, del gran militar, del ilustre caballero que no tan solo regó profusamente con su sangre los campos de batalla y selló su heroísmo cumpliendo como bueno y distinguido capitán, muriendo gloriosamente al frente de sus soldados, sino que además comprometió su fortuna por desenvolver la riqueza agrícola de nuestro país, creando una importante colonia; modelo y ejemplo de lo que puede el amor patrio de un hijo ilustre de la noble España.[9]

 Estos hechos, los de su muerte y los preparativos para la restauración borbónica, cuenta con amplias referencias historiográficas, como la del marqués de Lema, que menciona también su faceta empresarial:

 Concha, como otros muchos hombres de talento, fue calamitoso para su familia… Así ocurrió con la gran colonia de San Pedro de Alcántara, en la provincia de Málaga. Entre las locuras del marqués del Duero y los vicios de su yerno, el marqués de Sardoal, la considerable fortuna de la condesa de Cancelada, esposa de aquél, llegó casi destruida a la siguiente generación.[10]

 Carlos Seco no está de acuerdo con la «locura» que le achaca Lema. Para Seco «el riesgo rebasó las previsiones», en las empresas económicas, al igual que podía pasar en la vida militar.[11]

 De igual modo, Manuel Espadas se ocupa del marqués del Duero con cierta extensión en un capítulo de su libro sobre la restauración en el trono de Alfonso XII, valorándolo como militar y en menor medida como político y empresario:[12]

 Si sus condiciones de político no corrían paralelas a su clase de soldado, tampoco sus aficiones financieras le depararon mucho éxito. Casado con la condesa de Cancelada, cuya fortuna fue en parte derrochada por sus proyectos industriales y agrícolas, la ya mermada herencia que recibió su única hija terminó de dilapidarla su yerno el marqués de Sardoal.[13]

 Así acabó su vida Manuel Gutiérrez de la Concha, al que se le rindieron honores de héroe nacional, aunque según algunos autores pronto se le olvidó.[14] Sus restos mortales descansan hoy en el Panteón de Hombres Ilustres de la Basílica de Atocha, de Madrid.[15] De igual modo, en la capital de España, en una rotonda del Paseo de la Castellana, se levantó una estatua ecuestre en su honor.[16] Un inesperado final para aquel niño nacido en la América española en 1808, el cual había alcanzado la cima en su carrera militar y se había codeado con el poder político de mediados del ochocientos, pero que en sus últimos años había fracasado como empresario en San Pedro Alcántara, un lugar que además de intentar convertir en ejemplo de innovación agroindustrial estaba llamado a ser su retiro dorado en la ancianidad, de lo que no cabe ninguna duda, ya que en su testamento expresaba, al igual que lo hacía su esposa en el suyo, que su cuerpo fuese enterrado en el cementerio de la colonia:

 Quiero que mi cadáver sin ser embalsamado, con el uniforme de capitán general del Ejército, sea colocado en una caja sencilla sobre el suelo de la iglesia con cuatro hachones, pues prohíbo toda clase de ostentación y lujo. Después de dicha la misa de cuerpo presente será conducido a hombros de soldados al cementerio donde deba depositarse hasta que mis hermanos resuelvan sea trasladado al cementerio de la colonia de San Pedro Alcántara, término de Marbella, fundada por mí durante mi matrimonio con doña Francisca Tovar y Gasca, condesa de Cancelada, marquesa de Revilla, y donde también debe ser trasladado el cadáver de mi mujer, según su última voluntad.[17]

 Extraído de:

 La colonia agrícola de San Pedro Alcántara. 1857-1910, de José L Casado Bellagarza

  

 

 


[1] Con el que había contraído matrimonio en 1866. El marqués de Sardoal, Ángel Carvajal y Fernández de Córdoba (1841-1898), pertenecía a una familia de la nobleza dueña de grandes propiedades cuyo título de más abolengo era el ducado de Abrantes, que heredaría a la muerte de su padre (1890). Sin embargo, su participación política se alejó de posturas conservadoras. Licenciado en Derecho, durante el Sexenio Democrático se incorporó al Partido Radical y al final de este periodo apoyó la figura de Amadeo de Saboya como nuevo rey de España. Fue diputado y senador; alcalde de Madrid en 1872 y en 1874 y presidente de la Diputación Provincial de Madrid en 1886. Su máxima responsabilidad política la alcanzó, siendo miembro del Partido Liberal entre octubre de 1883 y enero de 1884, como ministro de Fomento en el Gobierno de Posada Herrera. Su desmedida afición al juego le acarreó graves problemas económicos, que también afectaron al patrimonio de su esposa, especialmente desde que ésta recibió la herencia de sus padres. Carasa (1997a), pp. 190-191 y Cano (2010).

[2] Bastarreche (2007), p. 339.

[3] La primera elección tuvo lugar en Málaga el 21 de marzo de 1871, la segunda el 15 de abril de 1872. AS, leg. HIS/0146/5, Expediente personal del senador marqués del Duero.

[4] Decreto de 23 de febrero de 1872, Gaceta de Madrid, 24 de febrero de 1872. El presidente del consejo era Francisco Serrano, duque de la Torre, mientras que el marqués del Duero aparece como el primero de los cuatro vicepresidentes.

[5] Lema (1927), pp. 495-500. Ruiz de Azúa (2005), pp. 32-33, en este trabajo la autora, conocedora del archivo personal del marqués, traza una magnífica reseña de quien considera «poliédrico» personaje.

[6] Fernández Almagro (1967), pp. 213-215.

[7] Duero (1871), pp. 12-17.

[8] La escena de su mortal herida fue reproducida en periódicos ilustrados de todo el mundo, como se puede consultar en la tesis doctoral de María Dolores Bastida de la Calle (1993), o en algunos de sus artículos, como en Bastida (1990). Las noticias de su muerte en La Ilustración Española y Americana y en la Gaceta de Madrid en Casado (2006b). Por su parte Pablo Larraz (2013) ha publicado un exhaustivo estudio dedicado a la batalla y al fallecimiento posterior en Casa Munárriz en Abárzuza, donde tenía establecido su cuartel general. Queremos hacer constar aquí nuestro reconocimiento a María Jesús Munárriz y a su familia, propietaria de la casa, quien siguiendo una noble tradición familiar conserva la cama donde murió Concha y otros objetos de la época, en un verdadero homenaje al militar liberal, y que nos recibió con toda hospitalidad en febrero de 2012.

[9] Torres (1881), pp. 12-13.

[10] Lema (1927), pp. 675-676.

[11] Opina que Lema muestra antipatía hacia al general Concha, Seco (1986), p. 46.

[12] Espadas (1975), pp. 327-335, un texto casi idéntico en una obra colectiva sobre historia del Ejército español, Espadas (1987), pp. 135-138.

[13] Espadas (1975), p. 329.

[14] Ibídem p. 335, citando fuentes diplomáticas francesas.

[15] Para el Panteón véase Fuentes y Tevar (1992) y Boyd (2004).

[16] Inaugurada el 27 de junio de 1885, Melendreras (1992).

[17] Testamento cerrado que hizo el 27 de marzo de 1874 y se protocolizó el 28 del mismo mes en la notaría de Vicente Callejo Sanz. AHPM, leg. 31.134. fols. 7.168-7.476.Inventario y partición de los bienes de los marqueses del Duero. Madrid, 31 de diciembre de 1875. Las líneas transcritas en el fol. 7.206 v.

Virgen Fatima 1949

El 10 de diciembre de 1949 llega a San Pedro Alcántara una imagen de la Virgen de Fátima que recorría España, a semejanza de otros recorridos similares que se habían organizado por Europa.

El cortejo, organizado por la orden religiosa de los Misioneros del Corazón de María, causaron unos gastos de 350 pesetas, que fueron abonados por el Ayuntamiento de Marbella.

En la fotografía, del Archivo de la Hermandad de San Pedro de Alcántara, tomada desde la entrada oriental de la localidad, se puede apreciar el edificio del antiguo hospital de la colonia (el del tejado más oscuro), donde en esos momentos  tenía su sede la Hermandad de Labradores y una escuela de niños, y la doble fila de palmeras que adornaban la entrada del pueblo.

Victor Serna Estepona

Hoy se cumplen 56 años de la muerte en Madrid, el 25 de noviembre de 1958, del escritor y periodista Víctor de la Serna Espina, que estuvo bastante relacionado con Málaga.

Habiendo vivido en Marbella y Estepona su desaparición fue muy sentida en la Costa del Sol, según se puede apreciar a través de la nota que se publicó en el diario Sur el día 26 (foto de arriba) y el artículo de Santiago Souvirón (foto de abajo), donde cita, entre otros lugares de la comarca preferidos por Víctor de la Serna, la basílica paleocristiana de San Pedro Alcántara.

Como un malagueño