El pasado mes de mayo una persona avisó a la Asociación San Pedro Alcántara 1860 para informarnos de que una de las sepulturas más antiguas del cementerio, la de María del Carmen Arias Martínez, fallecida en 1932, estaba en proceso de desalojo.
Comprobamos, en efecto, que la sepultura de esta niña, fallecida con solo siete meses de edad (19 de enero-3 de septiembre de 1932), hija de Paulino Arias Juárez, ingeniero agrónomo que había sido director de la colonia, estaba rodeada de una cinta que indicaba su próxima exhumación.
Puestos en contacto con la gerencia del cementerio se nos indicó que era por falta de pago, ya que los familiares habían dejado de hacerlo hace tiempo. Aunque nos tranquilizaron porque no sería inmediato. A su vez, solicitamos de la Dirección de Cultura de San Pedro Alcántara su protección, y la respuesta que recibimos no fue satisfactoria ya que se nos dijo que no había maniobra posible por parte del Ayuntamiento.
En septiembre Manuel Osorio, concejal de OSP, se interesó por el tema. Le informamos del procedimiento y logró que la empresa concesionaria condonara la deuda, por lo cual la sepultura de María del Carmen Arias quedaría incorporada al resto de las tumbas históricas del cementerio sampedreño que no pagan cuota, y no sería desocupada.
De todas formas, faltaría completar la protección de las 14 sepulturas que pueden considerarse históricas, cuyas fechas van desde 1886 a 1932, con algún tipo de convenio entre la concesionaria y el Ayuntamiento, en el plano administrativo, y que el ente municipal se encargara de su limpieza, mantenimiento y restauración. Y en el plano patrimonial se consideren como tal en el inventario del futuro plan de urbanismo.

Para más información, puede verse los artículos publicados en el blog sobre el cementerio de San Pedro Alcántara y Paulino Arias:


 
En los primeros tiempos de la colonia, en la época del marqués del Duero, el día del patrón era uno de los pocos días festivos, algo que disfrutarían los trabajadores del campo y de la fábrica, sometidos a un intenso calendario laboral.
A pesar de que sabemos de la existencia de una cofradía dedicada al culto del santo, según un documento de 1870, no sería hasta muchos años después cuando conocemos las actividades desarrolladas a través de un programa de feria.
Se trata de las fiestas de 1896, celebradas durante dos días. El 19 de octubre, después de la misa la imagen del patrono recorrió varias calles del pueblo. Por la tarde tuvo lugar una capea y se toreó un novillo, para terminar el día con baile en la plaza, iluminada a la veneciana (farolillos con un quinqué interior). El día siguiente destacaban las carreras de cintas en burro, una cucaña, juegos infantiles, mientras que en la playa se efectuó una fiesta que incluía moraga y baile de sociedad en la caseta que servía de almacén, después de ver los fuegos artificiales. Puso fin a estas “grandes fiestas” una retreta interpretada por la banda de música de Marbella.
De 1898 también se conserva un programa impreso, con actividades parecidas a la anterior, mostrando la gran capacidad económica de la Fives Lille, la compañía francesa que invirtió en San Pedro Alcántara. Uno de los puntos novedosos consistió en la proyección de “cuadros disolventes”, lo que ahora llamaríamos diapositivas, antecedente del cine, una actividad que encontramos en las ferias de grandes ciudades, como Málaga o Bilbao, y que causaría la admiración de los sampedreños y de los visitantes de los pueblos cercanos, que siempre acudieron a la cita de la que es la última feria del año en la comarca, que dispuso en esta ocasión de iluminación eléctrica. Paralelo a los eventos festivos, tuvo lugar la inauguración del hospital de la colonia, a la que asistió el obispo de Málaga, cuyo edificio se mantuvo en pie a la entrada del pueblo hasta comienzos de la década de 1980.
Las ferias siguientes son mejor conocidas por la mayor abundancia de documentación impresa y fotográfica. Así disponemos de imágenes de un numeroso y uniformado batallón infantil en la plaza en 1913, recinto que se revestía de forma adecuada para celebrar las corridas de toros.
Aumentaron los días de feria, y durante ellos los sampedreños pudieron disfrutar de actuaciones de cantaoras como la Blanca Estrella y bailarinas como la Sevillanita, en 1919, al igual que funciones de cine y teatro, como en 1922, año que también tuvo lugar una tirada de pichón.
Durante la década de 1920 se creó la banda de música de la colonia, formada por los propios trabajadores, que podemos conocerla, perfectamente dotada de uniformes e instrumentos en una fotografía de 1931. Agrupación musical que también actuaba en pueblos de la comarca.
En las décadas de 1940 y 1950 los días de feria aumentaron a cuatro, siempre en torno al día grande, el 19 de octubre. Con un modesto presupuesto, los ingresos procedían de donativos, una comisión del diez por ciento a las bebidas consumidas en las tabernas y lo cobrado a los feriantes, sin que el Ayuntamiento de Marbella aportara nada… y aún sobraba dinero para el año siguiente.
Las partidas de gastos principales eran los fuegos artificiales, el alumbrado que suministraba la empresa Taillefer y la banda de música, incluido su transporte de ida y vuelta en la camioneta “Pavoni” de Juan Vargas, Sin olvidar la gratificación al párroco por los actos religiosos.
El programa, además de la procesión del patrón el día principal, se completaba con el baile público en lo “finito”, un trozo de terreno alisado por cemento en el lateral oriental de la terriza plaza del pueblo, diversión principal, sobre todo para los jóvenes en su ritual de acercamiento intersexual. Los fuegos artificiales y los cohetes proporcionaban luz y sonido a unos días muy esperados, paréntesis en los días de trabajo. Carreras de cintas en bicicleta, carreras de saco o rotura de pucheros, constituían juegos para los sampedreños de menor edad.
En los años siguientes, a partir de la mejora económica que aportó el turismo y la construcción el programa aumentaría, pareciéndose más a los actuales.

Fuente principal:
CASADO BELLAGARZA, José Luis (2005), «San Pedro Alcántara y sus fiestas patronales (1896-1952)», en GÓMEZ DUARTE, Juan Andrés (coord.), San Pedro de Alcántara. Recuerdos de un pueblo y su patrón, San Pedro Alcántara, Hermandad de San Pedro de Alcántara, pp. 9-40.

 

Tras la aprobación de San Pedro Alcántara como colonia, estaba previsto que el Estado sufragara un párroco, un médico, un cirujano, un maestro y una maestra. Sin embargo, el Gobierno nunca llegó a dotar estas plazas, y por tanto sus servicios profesionales tuvo que costearlos el marqués del Duero. Así, tenemos constancia del maestro Jerónimo García Andrés en 1871.
En etapas posteriores conocemos los nombres de Francisco Ríos Montesinos, en 1885; Joaquín Marcos Benítez, de 1893 a 1895 y Pantaleón Pérez Fernández, en 1896. Además de María del Río Ramírez, en 1910, que aparece en los padrones como «profesora».
En 1905 se denuncia que el único maestro lo pagaban los trabajadores, quedando muchos niños sin asistir a la escuela por falta de posibilidades económicas de sus padres; una forma de reivindicar del Gobierno central y del Ayuntamiento un servicio que existía en Marbella y no en San Pedro Alcántara.
En octubre de 1929, un periódico malagueño informaba que había regresado a la colonia María Romero Conde, hija del jefe de contabilidad, Francisco Romero Piña, después de hacer los últimos ejercicios de las oposiciones a Magisterio.
En los años 20 y 30 del siglo pasado encontramos noticias sobre excursiones de escolares de San Pedro Alcántara a Marbella, y viceversa. En 1929, los chicos de Marbella recorrieron el pueblo, visitaron la iglesia, el cortijo, la granja agrícola y la fábrica de alcohol donde se les explicó su funcionamiento, y recibieron una merienda, acompañados por Paulino Arias, director de la colonia.
Esta encuentro de confraternización, fue una respuesta a otra que los escolares sampedreños, con su maestro Felipe Pérez Garrido, habían hecho a Marbella el mes de junio anterior, 1928, donde fueron recibidos por el alcalde, además de maestros y niños. Allí visitaron centros públicos e industriales, además de ser “espléndidamente obsequiados”. El regreso, bien entrada la tarde, se hizo en automóviles de la colonia.
Estas excursiones se repiten, y coincide con los días de feria, pues el mismo periódico, 20 de octubre de 1934, hace mención de otra visita de escolares de Marbella junto con su maestro Juan Belón Lima, siendo recibidos en San Pedro Alcántara por el maestro Antonio Ginés Parra y sus alumnos. Los niños recorrieron las plantaciones de caña de azúcar y de plátanos y también las ruinas romanas de Las Bóvedas. Después de cenar en la playa recorrieron el pueblo, incluida la iglesia, antes de regresar a Marbella.
A comienzos del año 1939 la escuela de niñas estaba regentada por María Román Vela (cuyo nombre se le dio a una placita a la entrada del pueblo), con una matrícula de 80 alumnas de las que asistían como término medio 53. A la otra escuela, la de niños, cuya maestra era Luisa Ortega Mazuecos, asistían unos 60 alumnos de los 75 matriculados.
De auténtica gamberrada se puede calificar la actuación de algunos alumnos que irrumpieron en el colegio de niños en agosto de 1939, destrozaron el material escolar, defecaron en interior y dejaron el grifo abierto con lo cual se anegó el colegio.
En septiembre de 1939 se incorporó Torcuato Natalio Aznarte Carvajal, con un sueldo anual de 3.000 pesetas. En los años posteriores ocuparía la Tenencia de Alcaldía y diversos cargos en la organización sindical franquista. Aznarte, casado con una compañera que ejercía en el pueblo, Gloria Cabezudo García, permaneció en San Pedro Alcántara hasta 1960.

Fuentes principales:
CASADO BELLAGARZA, José Luis (2005), «San Pedro Alcántara y sus fiestas patronales (1896-1952)», en GÓMEZ DUARTE, Juan Andrés (coord.), San Pedro de Alcántara. Recuerdos de un pueblo y su patrón, San Pedro Alcántara, Hermandad de San Pedro de Alcántara, pp. 9-40.

— (2015), El azúcar como origen. La colonia agrícola de San Pedro Alcántara (Málaga), 1860-1910, Málaga, Universidad de Málaga.


 
Verano de 1924, Rafael Gregorio Robledano Ruiz logra una de las cincuenta plazas de mecánico de aviación convocadas por el Ministerio de la Guerra. En su haber contaba con experiencia en la maquinaria agrícola e industrial de la colonia de San Pedro Alcántara. Con 18 años necesitó de la autorización de su madre, Antonia Ruiz Marcelo, viuda del médico Pablo Marcial Robledano Egaña, para incorporarse a la vida militar, y dejar su hogar en el barrio de El Ingenio, donde su hermano Juan Robledano Ruiz, químico, era el responsable de la destilería.
Al finalizar el contrato de cuatro años como mecánico de aviación, se examina para piloto y tras acabar el curso, en mayo de 1929 consigue el ansiado título en la Escuela de Albacete. Ha cumplido hace un par de meses 23 años y de estas fechas debe de ser la foto que nos envía su sobrina Antonia Robledano Donoso, desde Chile, ya que en el emblema que luce en su guerrera sobre las alas se aprecia la corona real, que sería sustituida por la republicana en 1931.
El joven aviador pasa por varios aeródromos del país, pilota aviones de distintas clases, hace cursos de perfeccionamiento y asciende a cabo. En julio de 1936, mientras pasaba sus días de permiso en San Pedro Alcántara, en casa de su hermano Juan, convertido en administrador de la colonia, ocurre el golpe militar contra el Gobierno de la Segunda República. No podía imaginar que se iniciaba una guerra civil que duraría tres largos años y cambiaría su forma de vida, al igual que la de millones de compatriotas.
Incorporado a la Aviación republicana, participa en numerosas misiones y con más de 200 horas de vuelo es ascendido a teniente y propuesto a la Medalla del Valor. Pero quizá su misión más querida fue una que era recordada por los más ancianos de San Pedro Alcántara. Consistía en sobrevolar el pueblo a baja altura en forma de saludo a sus vecinos (de septiembre de 1936 a enero de 1937, cuando estaba bajo el control republicano) y muestra de apoyo a su hermano Juan, que colaboraba en la gestión de la finca con el Comité Obrero que se había incautado de ella.
Terminada la guerra, Rafael fue condenado a 30 años de prisión, de los cuales cumplió tres y medio. Al salir de la cárcel en 1941 volvió a San Pedro Alcántara, donde encontró el amparo familiar en la casa de la plaza, que ya comenzaba a denominarse de Robledano en vez de Casa de la Administración.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que con la llegada de la democracia a España se le reconociera, en 1978, el grado de comandante, como si hubiera continuado en activo hasta entonces en el Ejército del Aire.
El comandante Rafael Gregorio Robledano Ruiz pasaba temporadas en Barcelona donde tenía el calor de su hermana Juana y su familia. Allí murió el 3 de marzo de 1984, pocos días antes de cumplir 78 años de edad.
Fuentes en Archivo Municipal de Marbella y Archivo Histórico del Ejército del Aire.

 

Publicado por JUAN ORDÓÑEZ el 18 de julio de 2021 en el grupo de Facebook “Estepona historias de ayer y hoy” y en “Historia de San Pedro Alcántara”

El señor de la izquierda, con abanico y bigote, era Pablo Marcial Robledano Egaña, médico; a su derecha está su esposa, Antonia Ruiz Marcelo. El niño que está de pie delante de ellos con traje oscuro y chorrera blanca era su hijo Juan, quien se convertiría en el último administrador de la colonia de San Pedro Alcántara. La señora sentada en el suelo, con traje negro, era Ana Luque Davalie, su esposo está de pie en el centro, con barba y de perfil, se trata de Rafael Ruiz Marcelo, quien fue juez suplente de Marbella en 1932.

Pablo Marcial Robledano Egaña fue médico en Estepona, San Pedro Alcántara y Marbella. En Estepona vivió en calle Castillo, 37 y en Marbella en calle Álamo, 3.

Según el profesor Casado Bellagarza, fue médico en San Pedro Alcántara entre los años 1889 y 1894. He localizado en los anuarios de la época, que entre 1899 y 1902 aparece como médico en Estepona y entre 1903 y 1908 en Marbella, aunque ya había fallecido en 1907, a los 43 años de edad. Fue inhumado en el cementerio de Marbella junto a su esposa. Al pasar los años, la sepultura quedó abandonada y un familiar de Carmen González-Villalobos, esposa de su hijo Juan, los incineró y trasladó las cenizas a un columbario de la parroquia San Manuel y Virgen de la Peña en Mijas.

Tuvo varios hijos: Juan Robledano Ruiz, José María, Pablo, Francisco, Juana y Rafael.

Juan fue el último administrador de la colonia de San Pedro Alcántara y el encargado de la parcelación y venta del latifundio en el segundo tercio del siglo XX.

Rafael, aviador republicano, prestó sus servicios, entre otros destinos, en la Escuela de Caza de Lorca (Murcia) durante la Guerra Civil; finalizada la contienda, fue represaliado y condenado a 30 años de prisión, de los que cumplió 3 años y medio.

En 1914, José María con solo 14 años emigró junto a Pablo, su hermano gemelo, a Chile.

Fuentes: Archivo fotográfico: Aurora Robledano; tesis doctoral «La colonia agrícola de San Pedro Alcántara 1857-1910» de José Luis Casado Bellagarza; blog rosaverde.com; grupo de Facebook “Historia de San Pedro Alcántara”; Aurora Robledano e investigación propia.