Se nos perdió una calle en San Pedro Alcántara. Desde la década de 1920 a la de 1960 su nombre aparece en los documentos municipales, sobre todo en los padrones, con sus viviendas, sus habitantes… Pero luego se le pierde la pista.
¿Por qué se llamaba así? ¿Dónde estaba esa calle? ¿Se cambió su nombre por otro? ¿Desapareció engullida por construcciones o alguna remodelación urbana?
La primera pregunta tiene rápida respuesta. En 1912 Juan Dougnac Montejano, de 59 años, residía en la Plaza, clasificado como “empleado” acompañado de su hijo, Jesús Dougnac Ledón, de 15 años. Escasos datos.
Pero gracias a un nieto, Tomás Jesús Dougnac Moreno, profesor universitario jubilado, con el que tuve el placer de conversar (enero de 2021), pude conocer más sobre él.
Juan Bautista Dougnac era hijo de Pierre Dougnac, un militar francés que había llegado en 1823 con el ejército francés llamado los Cien Mil Hijos de San Luis, enviado por el rey Luis XVIII, para ayudar a Fernando VII en sus afanes absolutistas. Pierre casó con una murciana de Molina de Segura, Josefa Montejano y Vargas, de ese matrimonio nació el primer Dougnac español.
Juan Bautista Dougnac Montejano fue militar en Cuba y alcanzó el grado de teniente coronel. Con posterioridad, en su faceta civil, y como ingeniero industrial se trasladó a la Península.
De este modo llegaría a San Pedro Alcántara en 1910, año en que la Sociedad General Azucarera de España adquirió la colonia. Luego se trasladaría a otras localidades donde la compañía tenía fábricas, como Motril, Salobreña o Granada, según se desprende de lo explicado por su nieto, que también nos informó que una hermana de nombre Carmen, casada con un ingeniero belga, residía en el barrio de El Ingenio. Y que el apellido Dougnac lo llevan parientes repartidos por diversos países de Europa y América.
Entre 1900 y 1910 surgió la calle Nueva, límite entre las viviendas iniciales de la colonia y las que surgieron para los habitantes que llegaron con el auge de los establecimientos azucareros de comienzos de siglo. A la calle Nueva en el lindero norte se opuso la calle Dougnac en el lindero sur, en esos años el final del casco urbano del pequeño pueblo. Denominación del que suponemos era el máximo responsable de la Sociedad General Azucarera de España en el establecimiento agroindustrial.
En la actualidad lo que era la calle Dougnac se denomina Hernán Cortés desde los años sesenta del pasado siglo, cuando con la nueva inmigración, esta vez debido al turismo, comenzó la prolongación de la calle Marqués del Duero. ¿Por qué este nombre? Quizá por cerrar el círculo de otros personajes de la conquista de América en el callejero sampedreño, como Pizarro o Lagasca, sin olvidar que en la España franquista de la época se glosaba todo lo que sonara a Imperio.
Valga, por último, una breve lista de moradores de la extraviada calle Dougnac, algunos de ellos recordados por José Castellano:
En 1945 vivía allí Eduardo Tineo Cerván, casado con Paula Gil Sánchez, tenían una hija, Carmen, y tres hijos, José, Diego y Juan Tineo Gil.
Y Gabriel González Sánchez, marido de Ana Lara Guerrero, que completaban la familia con dos hijas, Catalina y Ana González Lara.
También en 1945 residía en esa calle Ana Rosillo Becerra, viuda con dos hijos, Francisco y Manuel Ortiz Rosillo, que seguían viviendo allí en 1955.
De igual modo, otra viuda, vivía en esa calle en este mismo año, Antonia Mairena Bandera, con tres hijas, Ana, Josefa y María Ortiz Mairena.

EL LAZARETO
Es el barrio situado al norte del actual mercado municipal. Definido como lugar para aislar a infectados o sospechosos de enfermedad contagiosa, no hay noticias de su utilización, que podía haber sido para personas pero también para poner en cuarentena animales de la colonia.
En 1924, según el padrón municipal de habitantes, vivían en el Cortijo del Lazareto Fernando Lara Vázquez, de 33 años, con su esposa, Isabel Lara Sánchez, de 25 años, y sus hijas María y Antonia, de 4 y 2 años.

FAMILIA NUMEROSÍSIMA
En el padrón de 1924 el matrimonio formado por Francisco López Rosa, nacido en 1871, y Antonia López Barrera, en 1875, constan con un total de 12 hijos: Manuel López López, Francisco, Miguel, Teresa, Ana, Isabel, Encarnación, Dolores, Rosa, Carmen, Vicente y Rosaura, con fechas de nacimiento entre 1896 y 1929, de los cuales cuatro eran varones y el resto mujeres. Vivían en “Almacén de la playa”.
En 1935 el matrimonio continúa en el mismo lugar de residencia. La esposa está consignada con el nombre de Agustina. La ocupación del padre parece haber mejorado, pues pasa de “campo” en el padrón anterior a “guarda” en este último. Una de las hijas, Teresa, ya no consta en el listado familiar.
En 1945, domiciliados en Las Bóvedas (al parecer seguían residiendo en el almacén citado), el grupo se reduce a la madre, inscrita entonces como Angustias López Barrera, ya viuda y con 70 años (ó 75), que vive con sus hijos Manuel, Miguel, Vicente y Rosaura. En la misma zona también está registrada una de las hijas, Isabel López López, casada con Juan Gambero Pérez, que tienen tres hijos: Antonio, Francisco y Dolores. De igual modo, otra hija, Carmen, forma otro núcleo familiar.
Hay que aclarar que igual que el nombre de la madre, las fechas de nacimiento sufren variaciones en algunos recuentos poblacionales.

PESCADORES
Encontramos por primera vez esta ocupación en el padrón de 1950. Así aparece inscrito Felipe Santisteban Vázquez, de 43 años, casado con Ascensión Donoso Valero, tienen cinco hijos: Francisco, Joaquín, Ana, Luisa, Felipe y María del Carmen.
También se dedica a la pesca José Pérez Nieto, de 55 años, casado con Isabel Martínez García, con cuatro hijos: Isabel, Narcisa, Ramón y Natividad. El único varón, Ramón Pérez Martínez, de 17 años, consta asimismo como pescador.
Al igual que Juan Gambero Pérez, de 48 años, casado con Isabel López López, y que tienen cuatro hijos: Antonio, Francisco, Dolores y Juan.
Todos ellos están domiciliados en el “Almacén de la playa”, donde actualmente se encuentra el Restaurante El Ancla.
Por otra parte, en “Santa Ana”, viven tres pescadores. Se trata de José González Torre, de 55 años y su hermano Cristóbal González Torre, ambos viudos. Y un hijo del primero, Francisco González Carrillo, de 21 años.

El abastecimiento de agua en San Pedro Alcántara en el año 1964 constaba de un pozo en Fuente Nueva y una perforación en los Catalanes, y el agua se conducía a un depósito situado en la misma zona de los Catalanes, para distribuirla a continuación a través de las calles del pueblo.
Además, otra perforación en la calle Marqués del Duero completaba el abastecimiento, llevando el agua directamente a otros abonados, cuyo número total ascendía a 328, que pagaban una tarifa de 2,50 pesetas el metro cúbico para particulares y 5 pesetas los industriales.
Durante los meses de agosto y septiembre había cortes de agua de 5 a 6 horas al día, y en muchas zonas de San Pedro Alcántara todavía no existía suministro de agua corriente, contando la población con un lavadero y una fuente pública en la plaza. Problemas mayores que los existentes en Marbella.
Información procedente de un informe existente en el Archivo Municipal de Marbella.

Reses vacunas en los campos de la colonia. Taller de Historia Local del Centro de Educación de Adultos Rosa Verde

El ganado era importante en la colonia desde sus comienzos, en especial el ganado vacuno, criado para carne pero también utilizado para el trabajo, como el transporte en carretas o las faenas de arado.

De este modo, los veterinarios eran imprescindibles entre el personal adscrito a la finca.

 En 1910, según el padrón existente en el Archivo Municipal de Marbella, ocupaba este puesto Miguel Domínguez Espino, de 60 años y que había nacido en Palencia. Casado con Francisca Blanco Mateos, de 62 años y natural de Cebreros (Ávila). Tenían un hijo, Martín Domínguez Blanco, de 26, nacido en Madrid y de profesión empleado. Con ellos compartía la casa número 12 de la calle Lagasca una sobrina, Josefa García Blanco de 22 años, natural de Cebreros, que acabaría casándose con su primo Martín.

 Miguel Domínguez vivió en San Pedro Alcántara al menos entre 1885 y 1915, según se puede comprobar en otros documentos. Con anterioridad había desempeñado su labor en la plaza de toros de Málaga, según la información facilitada por su biznieto Miguel Peral Domínguez.

Formaba parte de la Comisión local de la Cruz Roja, constituida en 1907. Por lo cual debe de encontrarse entre las personas que posan en la fotografía, publicada en este blog.

 

 

No defrauda el número doble de la revista Cilniana, 28 y 29, correspondiente a los años 2018 a 2020, editada por la asociación del mismo nombre. Como acentúa el coordinador de la publicación y presidente de la asociación en la introducción, Francisco de Asís López, desde 1982 la revista se ha convertido en un referente para historiadores o interesados por el patrimonio histórico de la comarca de la costa occidental malagueña.
En nuestro ámbito, nos interesan en especial dos artículos. El primero es de Daniel Moreno Fernández, “Las Bóvedas. Un nuevo concepto en termas romanas”, donde aporta su teoría acerca de la aportación de agua en forma de ducha a las salas del establecimiento termal, lo cual lo convierte en un edificio singular, característica que añade a conservar la cubierta después de casi dos mil años de antigüedad. Completa el estudio unos sugestivos planos de reconstrucción ideal del monumento.
El otro artículo es del arqueólogo Miguel Requena Cueto, “Una revisión de algunos elementos estructurales de la Basílica de Vega del Mar. Nuevas perspectivas sobre su funcionalidad”. En él rompe con la idea de que el ábside principal era el del oeste, el que está junto a la pila bautismal, y con el apoyo de bibliografía reciente traslada el llamado santctuarium al ábside contrario, el de levante. También, al conjugar bibliografía y trabajo de campo, redescubre elementos como un tercer ábside o el antiguo nivel del pavimento.
Los títulos de los demás trabajos los puede advertir el lector en la fotografía de la portada, dibujo de una vasija de Vega del Mar por Javier Soto. En uno de ellos, el referido a la organización sindical en el municipio durante el franquismo, de Ana María Rubia Osorio, se encuentran datos de propietarios agrarios de San Pedro Alcántara, como Carlos Mackintosh o Norberto Goizueta, jefes de la Hermandad de Labradores de Marbella en 1941 y 1943 respectivamente.