Fernando Alcalá Marín publicaba, el 3 de noviembre de 1979 en el diario SUR, un artículo titulado “Nueva defensa del casco antiguo de Marbella”, para dar a conocer la historia de Marbella y para intentar que el patrimonio que había generado se conservara de la mejor forma posible.
Si en el ámbito general, Alcalá no dudaba en calificar de inoperancia y negligencia a la Administración, y de pasividad e irresponsabilidad a los particulares, en el caso concreto de Marbella instaba a tomar conciencia de la conservación a las autoridades, los técnicos y al pueblo, especialmente a los docentes. Por su parte se comprometía a seguir en la tarea de divulgar la riqueza histórico-artística.
Algo que hizo a través de multitud de artículos publicados en varios periódicos, como éste que citamos de 1979, el mismo año que se editaba su obra San Pedro Alcántara (la obra bien hecha del marqués del Duero). Y un año después de que había aparecido Marbella, esa desconocida (Inventario y defensa del patrimonio histórico de la ciudad), un subtítulo suficientemente aclarativo de las intenciones del autor.
Por ello, no estaría de más recopilar sus distintas series de artículos, esa abundante obra dispersa, mediante la cual difundió la historia del municipio en distintos periódicos y revistas.
A la vez que se podría organizar, en al archivo o biblioteca municipal, una sección con la documentación y biblioteca que atesoró don Fernando. Al igual que existe en Málaga el legado de Narciso Díaz de Escovar en el archivo del mismo nombre, o el de Juan Temboury en la Biblioteca de la Diputación. Su familia quizá lo vería con buenos ojos, porque perduraría su memoria y sería muy útil sobre todo para los jóvenes historiadores.
Tema distinto es el interés de los responsables municipales. Tan cicateros con la conservación y divulgación del patrimonio histórico local. Y medrosos de que pueda ayudar a historiadores y asociaciones en la defensa conservacionista, tanto que desde que falleció Alcalá Marín, en 2006, no se haya cubierto la plaza de cronista oficial de la ciudad, que si bien es honoraria, podría resultar inconveniente si el cronista criticase de forma “oficial” la gestión pública del patrimonio.
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