El periodista y novelista Juan Bonilla es el autor de La Costa del Sol en la hora pop, un libro que «cuenta la historia de un sueño que acabó en pesadilla», o sea la historia nada edificante, pero sí de edificaciones sin cesar, de la costa turística malagueña desde sus comienzos en la década de los novecientos cincuenta.
«Los pioneros de la Costa del Sol eran aristócratas o artistas con ganas de disponer de un sitio bendecido por la naturaleza donde las cosas fueran más fáciles, donde no hubiera dogmas tajantes que llenaran de prohibiciones las costumbres en un país donde se había prohibido hasta soñar; les sucedieron empresarios que vieron en aquel festival de gente guapa una ocasión inmejorable para hacer negocios monumentales aun a costa de cargarse a alguno de los pioneros. Y tras esos empresarios, andando el tiempo, llegarían los gángsteres a hacerse cargo de todo, con los resultados que hoy vemos a diario en las primeras planas de los periódicos.»
El volumen, editado cuidadosamente por la Fundación José Manuel Lara (Sevilla, 2007), contiene una amplia selección de fotografías de los primeros tiempos del turismo y de sus principales protagonistas, algunas de las cuales no dejan de sorprendernos como la de Alfonso de Hohenloe en una romería, «impecablemente» vestido con camisa y pantalón rojos, garrote, sombrero con cinta roja a juego, y un cinturón adornado con balas de grueso calibre.
El autor, con mordacidad y sentido del humor, analiza las veladas elegantes y las fiestas salvajes (algunas auténticas orgías) y aporta recreaciones cinematográficas y literarias de la Costa del Sol, entre ellas una cita de Mi España particular, de Edgar Neville:
«Los primeros centros turísticos que encontramos por esta carretera son los formados alrededor de Marbella; la Colonia de San Pedro de Alcántara (sic) y El Rodeo. En El Rodeo unos preciosos bungalows de dos camas os esperan, muy cerca del mar, entre árboles y flores. Un restaurante bueno os asegurará la comida, y hay también piscina, para los que la prefieren al mar, que está a cien metros. El Rodeo es un lugar admirable de reposo, económico y muy simpático».
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