En la construcción urbana actual se destruye la vegetación para añadir elementos artificiales como solución de sombreado, sobre todo pérgolas, cuyo resultado no resulta satisfactorio para el ciudadano.

Con esta idea comienza Irene Corroto Blázquez su trabajo “Arquitectura desnaturalizada. La nueva era de la construcción urbana” (diciembre 2018), para la asignatura de Teoría e Historia del Diseño, que cursa en la Escuela Superior de Diseño de Madrid. Y como sampedreña expone diversos ejemplos de los proyectos de estética neutra que se han desarrollado en su pueblo durante los últimos años.

“Una estética muy alejada de la identidad local, convirtiendo cada zona en un paisaje neutro sin ninguna emoción, y anulando la cultura histórica de una colonia agrícola andaluza que, aunque haya crecido, no tiene por qué acabar borrando su origen, que resulta tan atractivo para los turistas que llegan a la Costa del Sol, y que no cogen un vuelo hacia el sur Mediterráneo para llegar a una plaza que tenga unas características semejantes a una de Berlín”.

Así refiere Irene Corroto una degradación del paisaje urbano, que ha originado espacios muy amplios con ausencia casi total de arboleda, como el kilométrico bulevar, salpicado de escasas manchas verdes.

De igual modo, llama la atención sobre lugares que han ido perdiendo personalidad histórica. Como la plaza de la Iglesia con la destrucción de los antiguos jardines y las casas de Robledano y de Dependientes, en la década de 1990, y en estos momentos con una nueva remodelación, que se aleja de los rasgos arquitectónicas del sur de España, todo un rechazo a la propia cultura.

También enumera la pérdida de jardines en la plaza José Agüera y especialmente al final de la calle Marqués del Duero, primero con la construcción del aparcamiento subterráneo que originó la pérdida de palmera, extinción de ejemplares que aumentó con la falta de tratamiento contra el picudo rojo, y que ha terminado con la remodelación de la zona ajardinada de entrada a la ciudad, para igualarla con la estética del bulevar, que algunos de los entrevistados en el trabajo de Irene Corroto, describen como una zona con falta de vegetación, moderna y fría; en definitiva, antinatural.

 

 

 

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