Casa de Administración o de Robledano, en la plaza de la Iglesia
RECUERDOS DE MI INFANCIA EN SAN PEDRO ALCÁNTARA
Por José Castellano Alarcón
El título de este artículo quizás pueda parecer un lugar común, pero no es así porque con el mismo quiero expresar un sentimiento de enraizamiento muy profundo a la tierra, al pueblo donde vi la luz por primera vez.
Recuerdo mis primeros años jugando en la finca de mis abuelos, José Alarcón y Josefa López, en El Ingenio, cuya casa, muy grande, (mis abuelos tuvieron diez hijos), tenía anejos un gran patio para albergar carros, arados y aperos de labranza, además de un gallinero y un tinado para vacas y bueyes que, junto con mulas, eran utilizados en las distintas labores. Me viene también a la memoria un automóvil en un cobertizo, no sé si era Buick o Ford, probablemente el único de San Pedro en aquel tiempo y apenas utilizado por la falta de combustible. Estas tierras estaban regadas por las aguas del pantano de La Leche y la acequia de Guadalmina. Ellos no dudaron en apostar por San Pedro Alcántara y más tarde sus hijos, que tanto dieron a nuestro pueblo con su trabajo. Los productos agrícolas eran enviados, al igual que de otras fincas vecinas, principalmente para su consumo en Gibraltar, Algeciras y Ceuta, acarreados por transportistas de la vecina Estepona hasta el mercado de mayoristas de La Línea y a Algeciras para su embarque.
Cómo recuerdo a otros agricultores locales conocidos pero hoy lejanos en la memoria, (Manuel Duarte, cuya lucha por el agua de riego era proverbial, -pueden preguntar a mi amigo Ignacio López «El Mecha», que por aquel entonces era y fue por mucho tiempo, alcalde del agua-, José Sánchez, Antonio Martín,- de la finca Los Perales-, más aquellos que en el momento de escribir esto lamento de veras no recordar. También recuerdo como mi abuela, una mujer menuda pero de fuerte carácter y gran bondad, se preocupaba al llegar el mal tiempo en invierno de preparar, al igual que otras familias, productos del campo y de la matanza, para ayudar a los pescadores que venían de Marbella a San Pedro cuando los temporales en la mar no les permitían faenar, a paliar sus necesidades alimenticias. En San Pedro siempre ha habido solidaridad entre sus habitantes y con los otros pueblos.
Recuerdo a mi primer maestro, entre 1947 y 1948, D. Ramón, una persona admirable, con su pelliza en invierno, maestro rural con el que aprendí las primeras letras, que vino de otras tierras, incapacitado legalmente para el ejercicio de su magisterio por haber estado durante la guerra en zona republicana, que daba clases en las casas del campo por unas pesetas más la comida y se alojaba en la posada.
No puedo olvidar la llegada de un muy joven párroco D. Francisco Espada Gallardo, de feliz memoria. Había que verlo los domingos por la mañana, después de misa, paseando por los campos para ver a los que no habían ido a la Iglesia y estaban trabajando para reconvenirles; luego, por la tarde-noche, mandaba al cabo de la Guardia Civil al baile de Salvador Espada, «el Ratón», para comprobar que no hubiera jóvenes menores de edad y se guardaban las formas morales de la época. Con el tiempo se fueron relajando las conductas.
Fue un gran acontecimiento para la parroquia la llegada, en un frío 21 de enero de 1956, del Obispo D. Emilio Benavent Escuin, auxiliar del Cardenal D. Ángel Herrera Oria en Málaga, para las, que creo, primeras confirmaciones de la postguerra, siendo el que esto escribe uno de los confirmados.
Por aquella época llegó el nuevo médico titular de Sanidad, D. Eduardo Evangelista Arenas, de grata memoria para todos, con su peculiar buen carácter y gran profesionalidad, cuando ser médico de pueblo exigía estar disponible día y noche y preparado para acudir a donde fuera, con buen o mal tiempo, lo que hacía gustosamente sin quejas. San Pedro lo recordará siempre y se honra de haberle dedicado una calle con su nombre.
La Diputación Provincial había construido en la prolongación de la calle Marqués del Duero la llamada «Casa del Médico», que constaba de vivienda para el facultativo, una sala para consultas, otra para curas y cirugía menor, amplia sala de espera y otras dependencias menores. En ella se instaló D. Eduardo.
Recuerdo la escuela nacional de D. Natalio Aznarte Carvajal, en la Villa, sobre la cual podría contar mil anécdotas y nuestros juegos en la Plaza de la Iglesia, en los que alguna vez nos acompañó un jovencito dominico, el padre Justo Jiménez, cuando venía a visitar a su hermano Félix y familia. A D.ª Gloria Cabezudo, esposa de D. Natalio, con la que en el mes de mayo hacíamos el «Mes de María» y que me preparó para el examen de ingreso en el nuevo instituto de Marbella.
D. Natalio atendía también la Cooperativa Agrícola, que llamábamos «el Sindicato», por lo que no era extraño que, durante las clases, llegara Miguel «El Guarda», para avisarle de que tenía una llamada en el teléfono de la Casa Robledano, en la que se podría haber instalado el museo sobre la Colonia, pero desgraciadamente fue destruida junto con el magnífico y antiguo jardín botánico anexo, para especular por aquellos dirigentes de Marbella que solo ha apreciado a este pueblo según el número de votos que obtienen en él. Algo parecido puede ocurrir con los actuales, con su muy escaso o nulo interés por rehabilitar el Trapiche, edificio más antiguo del lugar a punto de derrumbarse, a cuyas obras van dando largas, en este caso no por especular, sino porque presentimos que no les importa acabar con cualquier vestigio de la historia de San Pedro, utilizando de sofismas y medias verdades para intentar convencer a la gente del porque de su falta de dedicación a nuestro pueblo, cuya lista de carencias es muy prolija.
Entre las familias más destacadas podemos señalar a los Mackintosh, propietarios de los terrenos que hoy ocupa la Urbanización Linda Vista, cuya finca se dedicó, igual que otras, a la agricultura, con un gran higueral en la parte alta y una huerta de chirimoyos, en los que se entremezclaban naranjos y algunos otros frutales, delante de la casa principal. Recuerdo haber jugado en ella con mi amigo Eduardo, el menor de los dos hermanos y otros compañeros. Junto a la casa había un corral con gallinas, patos y quizás alguna perdiz, de lo que se ocupaba la tía Virtudes. Esta familia fue pionera en parcelar parte de sus tierras y en ella construyeron sus casas, en los años sesenta, personajes tan conocidos como Augusto Algueró y Carmen Sevilla, Luis Mariano, (que dedicó una canción a San Pedro Alcántara en francés), además de otros personajes de diversa índole.
En un gran galpón que había en la finca se entrenaba con una muleta en el llamado «arte de Cúchares», el, por entonces, joven Juan Jiménez, con un artilugio construido con una rueda y un cuadro de bicicleta, unos cuernos de vaca en lugar del manillar y encima hojas de chumbera como lomo del animal, para clavar las banderillas, con unas agarraderas detrás para empujar, siendo Miguel Morito, su mozo de espadas y, algunas veces Juan Carlos Mackintosh, los que hacían correr al «toro».
De Juan Jiménez, gran emprendedor, qué se puede decir que no sea sabido, echándose en falta que después de haber mantenido durante años la mayor tienda de muebles y artículos para el hogar de la Costa, que daba realce a San Pedro, y haber construido numerosas obras de relieve en la población, no haya recibido un muy merecido reconocimiento público, al igual que cualquiera de las personas antes mencionadas, pero me temo solo son «interesantes» determinados personajes, a los que no trato de restar ningún merito.
Me acuerdo muy bien de D. Antonio Margaleff, capitán jubilado del ejército, que venía dos o tres veces a la semana en una vieja motocicleta con sidecar a San Pedro desde cerca de Marbella, en el año 1955, para darnos clases de lengua francesa a un grupo en la Villa de San Luis.
Entrados los años cincuenta se inauguró en el Ingenio, con una gran fiesta, la fábrica de mármoles que, al principio, se aprovisionaba de material que provenía de una cantera en Benahavís (creo que la empresa se denominaba Mármoles Benahavís, S.A.) y hubieron de excavar pozos para conseguir la gran cantidad de agua que se consumía en el tratamiento del mármol. Dio trabajo a buen número de personas, llegando especialistas de otros lugares que se instalaron aquí, siendo esta fábrica la adelantada en su tiempo de lo que llegó a ser la construcción en nuestra zona. En ella trabajaron, entre otros, los hermanos Curro y Antonio Andrades, Miguel «El Pillín, Pepe «El Guareño».
No quiero dejar de mencionar la almadraba para la captura de atunes y otras especies, instalada en nuestras aguas en los años cincuenta que por falta de rentabilidad al disminuir el número de capturas, fue desmantelada antes de lo previsto. Mientras funcionó fue un acicate económico para San Pedro al ofrecer trabajo a bastantes personas en distintos oficios. El capitán de la almadraba y Juan Gámez, aparcero de los Mackintosh, fueron muy amigos, ambos buenas personas de una gran cachaza. Un mediodía que ambos tomaban una copa en el kiosco de Gambero, éste le dijo a Juan: «aquí tiene usted un café de ayer tarde», a lo que Juan respondió: «pues tírelo usted Paco, que ya debe estar frío». La fábrica de hielo de Guadalmina, donde se aprovisionaban los camiones de pescado procedentes de Algeciras y Estepona en su camino hacia Madrid.
Hay más recuerdos que fluyen, pero harían interminable este humilde artículo que no tiene más anhelo que el de tener presente a un pueblo siempre laborioso en la agricultura como la industria, la pesca y, más adelante el turismo, además de rendir homenaje a todos los que lucharon y luchan por engrandecerlo, cuya lista sería interminable, y tener en cuenta que siempre ha sido y será suficiente por sí mismo, como se ha demostrado desde su fundación, sin necesitar, en absoluto, la tutela de ningún otro, aunque quieran hacernos comulgar con ruedas de molino y, repito, con sofismas.
Finalmente, agradecer a la Hermandad del Santo Patrón la oportunidad que me ha dado para hacer un viaje en el tiempo y expresar mis sentimientos, y a todo aquel que haya tenido la paciencia de leer hasta el final.
No puedo evitar despedirme con un VIVA SAN PEDRO ALCÁNTARA
Este artículo fue publicado en el número 3 de la revista Vivencias de Hermandad, que edita la Hermandad del Santo Patrón San Pedro de Alcántara, en octubre de 2011, y cuyo contenido completo puede verse en: http://www.sanpedrodealcantara.org/
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