Feria 1896, portada

El programa de feria más antiguo que se conoce es el del año 1896. Varias copias del mismo circulan por San Pedro Alcántara, pero parece que el original es propiedad de la familia Amores,  y fue publicado en el año 1992 en el número 1 de la revista Rosa Verde. Presenta una distribución de actividades que se repetirá en lo esencial durante las ediciones siguientes, aunque con las variaciones que se expondrán al hablar de la feria de otros años.

Los días de fiesta fueron sólo dos, el 19 y 20 de octubre. En los años siguientes suelen ser tres, pero el 18 es la víspera y aunque la banda de música toque diana por la mañana  no hay otra actividad hasta por la noche, cuando comienza el baile. Otros años los días feriados aumentarán a cuatro, pero esto no sucederá hasta la década de 1950.

El día 19 es el día grande, el día del patrón, recorriendo la imagen de San Pedro de Alcántara las calles del pueblo. Con anterioridad a la procesión hay misa y sermón, a cargo del responsable de la iglesia local o algún sacerdote invitado, al que se referirá el programa como «ilustre orador sagrado». La misa es denominada de Calahorra, seguramente por el apellido de un compositor de temas religiosos, por lo que suponemos que era cantada y acompañada de música.

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Cabecera SUR feria 2002

El repique de campanas y el lanzamiento de cohetes rompían el cotidiano silencio de las calles y los campos cercanos, era la mañana del 18 de octubre de 1952. Anuncio de la feria que comenzaría por la noche, con cabalgata de gigantes y cabezudos, banda de música y la inevitable presencia de autoridades que abrían la velada en el real.
El ritual se repite año tras año y llega hasta nosotros. Sólo algunos detalles del amarillento programa de festejos nos advierten del medio siglo transcurrido: la iluminación que instalaba la compañía eléctrica Taillefer -herederos de aquel ingeniero que trajo de Francia el marqués del Duero para dirigir la granja modelo- o las banderas izadas, la nacional y la del Movimiento, como enseña del partido único.
El 19 de octubre era, y sigue siendo, el día grande, con la procesión del santo Patrón. Así lo recoge el entrañable programa. Otras actividades rozaban lo pecaminoso como los bailes en las casetas, otras eran más saludables como el partido de fútbol entre el CD San Pedro y el CD Estepona, la carrera ciclista hasta Marbella y regreso, u otros pasatiempos de neto carácter rural, como la carrera de burros con premios en metálico para los jinetes y ración de pienso extraordinario para los cuadrúpedos. Pero la muestra más evidente de los años transcurridos -o quizá no- es la censura que sufrió el programa de la festejos de 1952. Se trata de un acto de censura, propio del rígido control ejercido sobre los españoles de los años 50, decenio bisagra entre la larga y penosa postguerra y la apertura que comenzaría con los años 60.
Los trazos de esa censura no han quedado borrados con el tiempo. Pues además del programa oficial, enviado al gobernador civil para su aprobación con el saludo habitual de «Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista», se conserva un borrador con las tachaduras y correcciones impuestas. Uno de los cambios consistió en añadirle la «bendición e inauguración del nuevo Mercado de Abastos», con asistencia del alcalde y concejales de Marbella, en la jornada principal de las fiestas, el día 19.
Ayer como hoy las inauguraciones forman parte de la propaganda más querida por los políticos y ese día se aseguraban una gran repercusión, por la afluencia de público a la procesión y lo céntrico del lugar, pues el mercado se había construido entre la iglesia y la villa de San Luis. El otro cambio impuesto en el programa, el más significativo por sus connotaciones locales, consistió en tachar la palabra «población» y sustituirla por la de «barriada». Así la cabalgata recorrería las calles de la Barriada (se utilizan mayúsculas), o los premios de las carreras de cintas serían entregados por distinguidas señoritas, pero de Barriada.
Hasta cuatro veces aparecen las tachaduras emborronando el texto y se impone la palabra barriada. No es una corrección intrascendente, de cambiar una palabra por otra del mismo significado, se trata de reafirmar la dependencia del núcleo sampedreño del ayuntamiento de Marbella. Y que no hubiera duda para los habitantes de la antigua colonia agrícola. Sin embargo, ese mismo año, no hilaban tan fino otros organismos oficiales. Así, la Jefatura de Obras Públicas requería a los ayuntamientos de Marbella, Ronda y San Pedro Alcántara con motivo de establecerse una línea de autobuses entre Marbella y Ronda. Mejora de comunicaciones a la vez que continuaba el control y la represión, en esa dualidad de los años 50, que podemos rastrear en otros episodios. Quizá el más estremecedor de los últimos meses de 1952 fue que dos mujeres sampedreñas, fueron condenadas e ingresadas en el arresto municipal de Marbella durante dos días… el hurto de leña fue su delito.
La denominación de población, o localidad, aunque correctas desde el punto de vista semántico no se podía consentir desde el poder local municipal, y menos durante los festejos, donde el sentimiento de identidad se hace mayor, los vecinos se reconocen como tales, y la pertenencia a una comunidad es más evidente.
Aunque el sampedreño de a pie, aquel obrero del campo -hombre, mujer y niño- lo que buscaba durante los festejos era olvidar la dureza de la realidad y evadirse de la monotonía diaria Y ¡cómo ayudaba! que el Imperial Cinema, durante los festejos de hace medio siglo, proyectase «magníficas superproducciones cinematográficas». Eran los días más esperados y alegres del año, era su feria, la feria de San Pedro Alcántara, la mejor feria. Así lo sentían, y lo sienten, los vecinos de la población, perdón, de la barriada.

Borrador del programa. Archivo Municipal de Marbella

Borrador programa 1952

Por Antonio Mata Núñez

Esta entrada hace referencia a la de José Castellano Alarcón, publicada en noviembre de 2011:

http://rosaverde.com/2011/11/mi-infancia-en-san-pedro-alcantara/

Gracias José, porque tus recuerdos también son los míos. Aunque yo falto de San Pedro la friolera de 53 años, pues mis padres me trajeron a Alicante a la edad de 12 años, ahora tengo 65.

Leí esta página, y se me quitaron las telarañas de mis recuerdos. Yo también fui uno de esos confirmados (año 1956). Ese año fue mi primer año en San Pedro, el año anterior había tomado la comunión en Marbella, donde vivía y donde nací. Yo tenía 9 años y me arrancaron mis padres de ese paraíso a los doce años, por tanto viví 4 años maravillosos en San Pedro.

En el local del Ratón, en una boda, bebí mi primera cerveza. Qué mala estaba, pero no sé cuando me tomaré la última. Yo vivía enfrente, pegadito a Correos.

Recuerdo a don Natalio, las pizarras y pizarrines para escribir, pues había escasez de papel y nos hacía escribir en una octavilla 200 veces “No debo hablar en clase”, con una letra tan pequeña que no se veía. Recuerdo los palmetazos de don Natalio, decían que si te untabas las manos con ajo no te dolían, pero don Natalio olía el ajo y te daba más fuerte. Recuerdo el árbol de nísperos que había en el patio, en el cual hacíamos los monos, colgado en ellos.

Una vez mi padre me mandó a casa de don Natalio para ver si habían llegado “los puntos”, pues se ve que era el encargado de pagarlos. Vivía a la entrada del pueblo, bajando a la playa a mano izquierda de la carretera, en una casa solitaria, al final de un paseo con árboles.

Arriba de la escuela vivía un policía que había venido de La Línea y su hijo era uno de mis amigos, también el hijo del zapatero, ya que vivíamos en la misma calle, carril del Cortijo se llamaba entonces.

José, creo que soy menor que tú. Yo fui por las noches a una clase, que estaba en la calle de Enmedio, para dar matemáticas, el maestro creo que se llamaba Juan y de día trabajaba la tierra, pero su clase tenía incluso pupitres. Ha sido el mejor maestro de matemáticas que he tenido y estudié hasta 3.º de Bachiller. No sé si será el mismo maestro que tuviste tú.

En cuanto a la almadraba, bajábamos al atardecer algunos niños y ayudábamos a sacar las traíñas del agua. Bajaban los atunes, más grandes que dos personas juntas, con troncos de unos 15 cm de diámetro y entre 4 personas, además de peces espada del mismo tamaño. Por la ayuda nos daban cinco o seis peces aguja de unos 25 centímetros de largo, demasiado por hacernos creer que sacábamos el barco.

Voy a contar una anécdota, de cuando llegaron a San Pedro los misioneros blancos, aunque algunos crean que es un chiste, es verdad. El párroco nos preparó para recibirlos y todos los niños fuimos a esperarlos con nuestras banderitas que nos fabricamos en casa. Fue una fiesta para el pueblo. Creo recordar que eran 4, colocaron altavoces en el campanario. Se hacían misas de noche, antes de amanecer.

Un día llamaron por los altavoces a misa, a los tres que no iban nunca: a mi padre (Juan Mata Chacón, conocido como Juanillo el Esteponero), a Juan Vargas el tendero y a Lázaro, el capataz del cortijo. Mi padre y Juan no fueron, pero Lázaro sí, también mi madre (Manuela Núñez Guirado) y yo. Yo no lo recuerdo, pero mi madre, me lo ha contado muchas veces. Ese día tocó en el evangelio, la resurrección de Lázaro. Y Lázaro el capataz estaba casi dormido por lo temprano que era, y al oír: “Lázaro levántate y vete”, sobresaltado se levantó y con su habla de tartamudo le dijo al cura: “Por ser la primera vez que he venido me voy y no vuelvo más”. Y no es chiste.

Mi padre tenía una tía en El Ingenio, se llamaba Josefa (o Isabel, no recuerdo bien) y sus hijos estaban en Argentina y tenían una tienda, en la calle por donde entrábamos. Me gustaría que a través de ti, volviera a tomar contactos con mi familia, la que me quede, para ver que ha sido de ellos. Mi tita era, o es, Isabel Mata, su marido Frasquito, Fue jardinero, en el chalet de Ricardo Soriano (marqués de Ivanrey), mi prima Paqui y su marido Juan montaron una peluquería en San Pedro, después de venir de Francia. Tengo mucha más familia, pero creo que estos son los más localizables.

Por parte de mi madre vive en San Pedro María del Carmen Núñez Peralta y su marido Damián.

Me has aclarado mucho la memoria. Me despido y gracias por todo.


 Feria de San Pedro. Finales de los años 40. Alfonso Macías, José Merchán y Ramón Mayén

Por Francisco Jesús Barrientos Mayén

“Viva el Patrón de Patrones,
orgullo de este pueblo,
cuna de alegría”.

Estas palabras, pertenecientes al himno de la Hermandad de San Pedro de Alcántara, reflejan dos sentimientos importantes que se pondrán de manifiesto en las próximas fiestas que vamos a celebrar: por un lado, el orgullo de un pueblo entero por su patrón, al que fervorosamente acompañaremos de nuevo el 19 de octubre por las calles de San Pedro. Por otro lado, la alegría con la que los sampedreños celebran cada año sus fiestas mayores. Son momentos de reencuentros, de diversión, de recuerdos de lo que fuimos, constancia de lo que somos y esperanza en lo que seremos. Alegría no exclusiva de estos días de fiesta, ya que si por algo se caracterizan las gentes de este pueblo desde tiempos muy lejanos es por saber “pasarlo bien”, por saber divertirse en todas las épocas del año. La música siempre ha sido un elemento esencial en las jornadas de diversión de los sampedreños: el baile con la orquesta en “lo finito” de la plaza, en el patio del bar Las Palmeras allá por los años 40, y posteriormente en el bar Galea, en la muy recordada Sala Miramar o en el Oasis. Nunca han faltado buenos músicos en San Pedro Alcántara. Este artículo pretende recordar a aquella generación que amenizaba las jornadas de asueto de los sampedreños a principios y mediados del siglo XX, hasta la década de los años 60; entre estos músicos se encontraba mi abuelo Ramón Mayén. Leer más

Callejón de Juana

La iglesia de San Pedro Alcántara se abrió al culto en el verano de 1869, en el lateral de poniente de la plaza. El mismo año se terminó frente a ella la Casa de Dependientes, una vivienda colectiva de planta rectangular con la casa del capataz que sobresalía en el centro. En el lateral sur se levantaban otras viviendas, semejantes a las demás del pueblo, de dos plantas y que solían acoger a una familia en cada una de ellas. Y en el norte la Casa Administración, residencia del administrador de la colonia y que además albergaba las oficinas de la misma.

Hoy, en 2012, la plaza de la Iglesia ha perdido la mayor parte de su encanto primitivo. Durante los años del gilismo derribaron la peculiar Casa de Dependientes, también llamada Casillas Nuevas, así como la Casa Administración y su amplío y magnífico jardín-huerto, también llamada de Robledano, ya que el último administrador de la colonia, Juan Robledano, la adquirió para sí y su familia cuando la sociedad mercantil optó por la parcelación y venta de las fincas rústicas y urbanas a partir de la década de 1930. Queda la Villa de San Luis, sede de la Tenencia de Alcaldía, obra posterior a la época del marqués del Duero, ya que fue mandada construir en tiempos de los nuevos propietarios del latifundio sampedreño a partir de 1874, Joaquín de Gándara y Luis de Cuadra, y en ella residió durante muchos años la familia Cuadra, una amplia vivienda de estilo francés, rodeada por un hermoso jardín, donde sus moradores también podían disfrutar desde sus balcones con la visión de la amplia llanura que se abría hasta el mar cubierta de cañas de azúcar, por eso no es de extrañar que fuese conocida con el nombre de Linda Vista.

Y queda la iglesia, que dio nombre a la plaza del pueblo. Un edificio de gran tamaño, comparado con el resto de las edificaciones que lo rodeaban, una muestra del sentimiento religioso del propietario de la finca, Manuel Gutiérrez de la Concha, y que compartía el que fuera su administrador durante muchos años, el militar Ángel María Chacón. Y que se bendijo apresuradamente, sacando del templo maquinaria agrícola, sacos de abono, el taller de carpintería, y es que en esos años frenéticos de la fundación de la colonia, faltaba espacio, para almacenes, talleres, personas y animales. Leer más